martes, 25 de septiembre de 2012

Crónicas de un Naco en plenitud #1: El buen ciudadano

Desde que era un niño, mis padres y, en parte, la escuela, me enseñaron a que la basura siempre debe ir en su lugar -para quienes no lo sepan aún, existen los botes, contenedores y/o medios de almacenamiento para los desechos en general- y eso me ha llevado al grado de molestia cuando no encuentro en la calle un lugar en donde depositar la botella vacía de refresco, la bolsa que quedó de las papas con mucha salsa y otros tantos productos de consumo alimenticio que son poco prácticos a la hora de almacenarlos durante el tiempo que tardas en buscar en donde tirarlos correctamente, caso contrario a empaques de galletas, envolturas de chicles y dulces, y otras tantas, que pueden ser depositadas temporalmente en la bolsa del pantalón o en algún bolsillo de la mochila o semejantes.


 

Debo admitir que han ocurrido ocasiones en las que no me queda otra alternativa que tirar la basura al piso en situaciones extremas, no sin antes hacerlo de la manera más discreta posible. En el caso de frutas y cosas por el estilo normalmente se ve muy mal, pero al final ese tipo de objetos terminan degradándose en la tierra, por lo que no niego que a veces tiro residuos de frutas en lotes baldíos, pero alejados de la vista del transeúnte promedio.

Es una labor prácticamente imposible el hacer ver a las personas el bien o mal que hacen al depositar su basura en X ó Y lugar, por lo que todo se reduce a hacer lo correcto por uno mismo para estar bien con uno mismo, cosa que he tenido que aprender apenas hace poco.




Temas como el ahorro del agua, apartar materiales no degradables para su reutilización o posterior reciclaje se han hecho más cotidianos en mi vida, y sin duda hacen que me sienta bien, aunque la gente no siga la misma conducta.



Para no hacer el choro largo, lo malo es que no siempre una conducta moral y políticamente correcta resulta en una situación satisfactoria:

Hace unos días, después de ir a comer unos tacos de colores para desayunar, me había desplazado en moto con el plan de ir al banco después y luego ir a otro compromiso que quedaba por el rumbo. Cuando me dan botellas desechables y no me las termino, acostumbro cargarlas "para el camino", y así fue que la botella de Mirinda vino a dar a una de las bolsas interiores de mi chamarra de mezclilla (Nota Cultural: La mezclilla es una de las telas menos recomendadas para la motocicleta, ya que ésta se atora en el pavimento en caso de una caída y por es es más recomendable el cuero). Después de llegar al banco y hacer las transacciones necesarias, regresé hacia mi vehículo automotor de dos ruedas, no sin antes terminarme la botella de refresco y luego recordar que cerca de mi lugar de estacionamiento estaba un contenedor de basura. Apresuré el paso para tirar mi botella en aquel depósito para luego continuar mi camino... pero, ¿cuál fue mi desgracia? por la prisa al llegar la media vuelta no me dí cuenta de un agujero que se encontraba cerca de la banqueta, en el cual se depositaban desperdicios líquidos de algún local ambulante de tacos o algo parecido, pero que llevaba días o semanas alojado en aquella imperfección de la calle.

Obviamente la brusca caída de mi pié provocó que mi otro pie se apresurara al suelo para mantener equilibrio, lo que hizo que aquella melcocha/bazofia/menjurje/sustancia salpicara mi tenis izquierdo después de haberme empapado el derecho y una buena zona ligeramente superior a los tobillos. Mi primera impresión fue de asco al ver el color de aquella sustancia regada sobre mi ropa, pero peor fue mi sensación de repugnancia cuando el hedor logró llegar a mis fosas nasales... tuve qué cortar mi trayecto para regresar a casa a tomar un baño y urgentemente lavar mis tenis. Lo bueno a todo esto es que me estaba desplazando en moto y no en coche, que hubiera tenido consecuencias desastrosas.

Al llegar a mi casa corrí directo al baño a abrir la regadera, mientras el hedor enclaustrado se concentraba mientras pasaba junto al comedor... lancé el pantalón al piso de la regadera intentando hacer que el agua limpiara por sí sola la peste y aquella bazofia que parecía incluir semillas de algún tipo de chiles.

Sin incluir cuáles fueron los pasos a seguir para intentar alejar mi calzado de aquél repugnante y putrefacto hedor... todo quedó en que mis tenis quedaron oliendo como a guacareada aún después de la lavada con cepillo dental (en desuso, obviamente) y perfumados en las fragancias más exóticas a la mano... limpios a simple vista, pero apestosos :( Incluso he evitado volver a poner las cintas después de la lavada.



Y la moraleja de hoy es:
"El comportarte social, moral y políticamente correcto no garantiza un buen día... de hecho es totalmente lo contrario"
Aún después de esta mala experiencia, quizás me queda que fue haciendo lo que me gustaría que los demás hicieran... y creo que eso me deja conforme... bueno... más o menos :/

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